20 Mar
20Mar

Dicen que cuando un bebé llega a nuestras vidas, todo cambia. Por seguro que cambian rutinas y dinámicas familiares. Cambian prioridades, elecciones, puntos de vista. Cambian los muebles de lugar. Los horarios. El volúmen de la música. Y nosotros también cambiamos. Con la llegada de un bebé nos volvemos más sensibles, miramos más para adentro, atentos a lo que nos pasa. Aprendemos a leer miradas y a hablar con sonrisas. A escuchar atentamente, a alentar sinceramente, a felicitar. La llegada de un bebé a nuestras vidas nos sumerge en un mundo de ternura que nos desborda, que nos despierta los sentidos constantemente. Nos mueve fibras que no sabíamos ni que existían. Olores, sentidos, mimos, canciones. Miradas de amor incondicional. Detengámonos en esa versión de nosotros mismos. Nota mental: de tu calma, la calma de tu bebé. Ellos perciben todo. No sabemos cómo lo hacen, pero se dan cuenta incluso antes que nosotros. En tiempos de incertidumbres, no pierdas la mirada y poné especial cuidado en tu interioridad. Si vos estás bien, el resto se alinea. 


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